vistas en total

domingo, 7 de mayo de 2017

A la Gran Barrera de Coral,


ayudame en mi voluntariado a Costa Rica
Aún no nos conocíamos, pero yo había soñado contigo millones de veces. Me preparé para atravesar las aguas que nos separan y poder observarte bien de cerca llegado el momento. Tantas historias se han contado de ti, que mi curiosidad había ido aumentando por momentos. Me parecías un misterio, un paisaje en un cuento de sirenas donde los seres humanos tienen el acceso restringido. Sólo los buceadores pueden acariciarte de cerca, y yo, que no quería perderme ese placer de vivirte, me convertí en buceadora.

Nuestro encuentro se demoró unos años, pero al fin llegué a Australia y te pude besar. Me embarqué en la aventura de un viaje en barco, cinco días surcando las olas como ayudante de tripulación. Me sometí a unas tareas que nunca antes había realizado fuera del nivel doméstico; fregué platos a doquier, hice camas, limpié baños y aspiré moquetas. Todo ello porque mi bolsillo aún de mochilera no me daba para pagarme la estancia en el barco, pero aún así yo tenía muchas ganas de verte.

Aquella mañana de nuestro primer encuentro fue indescriptible. Recién se levantaba el sol en el horizonte, ahí te dejaba ver, emergiendo entre las aguas, dejándote ver tímidamente, sin nada más que agua alrededor.

Sin pensármelo dos veces, bajé corriendo a la popa, y me puse mi vestimenta más adecuada para verte, mi traje de buceadora, que me permitiría conocerte.
De un chapuzón me lancé hacia ti, y comencé a bajar poco a poco, con la ilusión desbordando por mi cuerpo en forma de burbujas.

Ahí estabas tú esperando con tu vestido de gala, me recibiste al alba, un poco pálida, pero según el sol te iba alumbrando, tus colores se tornaron más vivos, tus corales rejuvenecieron y tus pequeños habitantes comenzaron a bailar entre tus brazos.




Eres muy atenta con ellos, pues a cada uno le satisfaces con los colores que necesitan para camuflarse, a los pececillos azules les das corales azulados, a los anaranjados les das anemonas para vivir, a las mantas les das arena donde ocultarse, a los grandes les das cuevas para dormir por el día y como sabes que cazan por la noche, a los pequeñitos también les das recovecos entre tu cuerpo para dormir tranquilos por la noche.





Me encantó que me recibieras con tantos amigos, las tortugas fueron geniales, me embobé tanto con ellas que apenas salieron bien en ninguna foto, otros, sin embargo, parecen algo más aterradores como los tiburones de punta blanca. Pero ¿sabes qué? Me alegré también de conocerlos porque nadando con ellos a tu lado se me quitó el miedo.



 En realidad, todos me encantaron, los peces loro, los peces ángel, los peces punta,  los peces payaso y los peces cirujanos. Sólo por hacértelo saber, a estos dos últimos los hemos apodado Nemo y Dori aquí arriba en tierra y son bastante famosos. 
 
Dori

Nemo y su padre

Los peces ballesta también son súper coloridos, pero con esos dientes y las historias que me han contado de ellos, mejor los acabo de conocer en otro momento, no te molestes.


Otro gran descubrimiento que me enseñaste fueron las almejas gigantes, o por su nombre de pasaporte Tridacna gigas. Sus colores morados y azules me embaucaron, y jugar con ellas al cucú-tras fue también divertido, yo me acercaba y ellas se cerraban, yo hacía que me alejaba y volvían a mostrar su cara.

Nuestro primer encuentro fue tan bonito que decidí no parar de verte por cinco días, te llegué a visitar hasta cuatro veces al día. Mientras estaba en el barco, no paraba de pensar en ti. Trabaja ilusionada mirando el reloj para volver a bajar a verte. En el barco también me trataron muy bien, debe ser que tu simpatía se contagia. El resto de la tripulación también había venido a Australia a conocerte aunque había locales que ya te conocían de hacía tiempo. Comí muy bien, todo del chef, y como ya te dije que soy vegana, tuve la suerte de que hubiera pasajeros veganos que también venían a verte y el chef tuvo que cocinar para nosotros.

Nuestros encuentros nocturnos fueron algo diferentes, ahí ya no te mostrabas de color, por eso yo te alumbraba para poder seguí viendo un cachito de ti. De hecho, una noche bajé con una linterna especial y me pudiste presentar a tus amigos más pequeños, ¡el más grande creo que medía dos mm! Fue todo una pasada, aunque reconozco que al principio creí que me estabas gastando una broma diciéndome que mirara los corales muy de cerca y yo no veía nada, de hecho de noche brillas aún más. Sin embargo lo que más me llamó la atención de estos encuentros fueron las carreras que se daban tus amigos, los más grandes, buscando comerse a tus amigos más pequeños. Suerte que tú los proteges, pero entiendo que no te pongas del lado de ninguno y los dejes a su aire ¿o se dice a sus aguas ahí abajo?
fluoro diving

nocturnos

Me dio mucha pena despedirme de ti. Pero sabes que pronto nos volveremos a ver, muy pronto porque aun sueño que juego con tus amigos y tú.
¡Ah! Casi se me olvida, gracias por ponerle mi nombre a uno de tus arrecifes, ¡¿cómo sabías que al final iba a venir?!

Da saludos a las tortugas, a Nemo y Dori y bueno a todos en general. Cuídate mucho, que aunque no te lo dije, hay partes de ti que parecen estar muriendo y yo no quiero que eso te siga pasando.
¡Hasta pronto amiga!

ayudame en mi voluntariado a Costa Rica