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viernes, 12 de marzo de 2021

En tiempos de pandemia

 

Hoy, 12 de marzo de 2021, hace exactamente dos años que salí de España para volar a la tierra de mis sueños, la tierra de los canguros, Australia.

Todo ese tiempo ha pasado desde que no veo a mi familia, a mi perra, a mis amigos, desde que no me tomo una caña con tapas en el bar del barrio, desde que no como pipas en un banco con mis amigas riéndonos de cualquier tontería, desde que no paseo por las calles de Madrid, desde que no respiro la cultura de mi país.

Sí, he cumplido un sueño, pero esta vez a un coste muy alto. Me encanta mi vida en Australia. Desde que llegué a Mackay hace dos años, no han parado de pasarme cosas. Aterricé yo sola, sin miedos y con un objetivo, bueno, en realidad muchos como ya me conocéis, pero el principal era conseguir ser enfermera de heridas. No conocía a nadie, por lo que decidí que era un buen momento para ponerme a estudiar el título de especialista en estomas, continencia y heridas. Sin embargo, esto duró poco ya que al mes empecé a conocer gente y a hacer amigos, e incluso sin buscarlo, a los dos meses encontré el amor. De todas formas, trabajando, saliendo de con amigos y en general teniendo una vida muy atareada, conseguí sacarme el especialista y gracias a ello y a mi persistencia conseguí un puesto fijo como enfermera especialista en curas y estomas.

Además, por primera vez en mi vida, vivo en una casa sin compartir con gente extraña. Una casa de dos plantas con cuatro habitaciones solo para mi pareja y yo. Después de diez años compartiendo casas, es algo que se disfruta muchísimo.

Vivo en una región pequeña a diez horas en coche al norte de Brisbane, y esto nos permite estar rodeados de paisajes geniales. Playa, montaña y animales salvajes por todos lados.

 Sin embargo, las cosas son muy diferentes cuando uno tiene en mente que puede comprar un vuelo y regresar a casa cuando quiera. Todo está bien, vives tu vida, lejos, pero sabiendo que, si lo necesitas, haces clic y tienes un vuelo a casa. Todo está bien hasta que llega una pandemia mundial.

Estaba a punto de regresar a casa después de un año en Australia, tenía unas ganas tremendas de volver. Además, estaba vez no volvía sola, mi pareja viajaba conmigo para conocer mi vida al otro lado del charco. Y un maldito virus lo truncó todo. Vuelos cancelados y una ardua aceptación de la nueva situación.

España entró en cuarentena, en Queensland, el estado donde vivo puso restricciones y se cerraron los lugares de ocio, pero por fortuna nunca entramos en cuarentena estricta. Leía las noticias de España cada día y no podía creer los datos de la pandemia, me llegué a obsesionar y tuve que dejar de leer las noticias. Me preocupaba mi familia y mis amigas y me daba rabia como se estaba y se está manejando la pandemia en mi país. Las comparaciones son odiosas, pero en Queensland han fallecido solo 6 personas debido al coronavirus mientras que en España he perdido ya la cuenta.

Lo positivo de la pandemia es que, aunque estando lejos, ahora todo el mundo tenía tiempo para hablar, por mensajes, por videollamdas o por redes sociales. La gente se volvió más comunicativa durante la cuarentena. Llegué a recibir mensajes de gente que hacía años con los que no hablaba e incluso de mis ex. Quizás es algo egoísta decir que disfruté de estos meses de charlas, pues al acabar la cuarentena todo volvió a ser lo de siempre y ya nadie se acuerda de las antípodas.

En dos años me he perdido muchísimas cosas, y duele mucho no estar en esos momentos especiales. Mi madre cumplió los sesenta, mi mejor amigo se casó, mi perrita casi se muere y una de mis grandes amigas casi se casa, aunque se pospuso al final, y espero con toda mi alma poder ir esta vez.

 A veces pienso que es como vivir dos vidas diferentes en cada país, y en cierto sentido, se pierde el concepto de pertenencia. Un corazón dividido, mi país, mi familia y amigos por un lado y mi trabajo, mi pareja y una mejor calidad de vidad por el otro. Ojalá se pudiera juntar todo. Al menos tenemos la tecnología que nos permite estar en contacto, aunque a veces desearía que todos pusiéramos más de nuestra parte para tener más tiempo que dar con los otros.

 Para terminar, espero que esta locura que estamos viviendo acabe pronto y nos podamos volver a abrazar y besar, mirarnos a los ojos desde cerca, reírnos en la cara, llorar en el hombro y tocarnos sin miedo.

 

Os echo mucho de menos…

 


Sandra